A veces una sola palabra nos ayuda a poner las cosas en su sitio. Una de mis favoritas es “ecumenismo”, todo un simbolismo que podemos usar, sobar, e incluso reciclar, sin el peligro de perdernos en conceptos que nos saquen de nuestra zona de confort. De ese modo, uno puede decir “soy ecuménico” y su conciencia reposa tranquila: ya está todo en su sitio, porque es tanto como pensar que puedo ser comprensivo e indulgente con las ideas, principios y dogmas con los que no comulgo, sabiendo que, en el fondo, yo soy el que está en «la verdadera religión” y los demás equivocados.

La Santa Envidia” con el subtítulo “cómo hallar a Dios en la religión del otro” es uno de esos libros que nos da un amable empujón para sacarnos de la plácida comodidad de nuestros conceptos para situarnos en ese lugar en el que el ecumenismo es más real, un lugar desde el que puedes observarte a través de cómo el otro, a través de sus creencias, mira al mundo y te observa a ti, entendiendo que, en el fondo y esencia, las creencias son como los afluentes de un gran río que conduce a todos hacia ese lugar común que es el mar sin orillas, la infinitud del hogar de todos, la casa del Padre que es el Único.

A veces me pregunto, pensando en tantas variantes y credos que hay en las “fes” cristianas -plural intencionado-, si Jesucristo las quiere todas porque, en el fondo, lo que busca es que el amor permita permear el alma para transformarla, abrasarla, quemar esas aparentes diferencias, hasta conseguir Su deseo: “que todos sean Uno”.

Si fuese así, y quiero entenderlo de este modo, entonces no puedo pensar que mi parcela (mi prado, como se describe en el libro), sea más verde que el del vecino, y ya no podré pensar que mi fe católica sea “la-única-propiedad-verdadera-del-Hijo-único-que-sabe-que-yo-he-elegido-el-verdadero-camino”. En lugar de ello, debería comprender que el cristianismo es un gran árbol con múltiples ramas que se alimenta de la sabia de ese tronco de larga tradición que parte de nuestros padres hebreos, incluso más atrás, pero cuya tierra y alimento es el Verbo que, en su plenitud y exuberancia divina, alimenta un bosque en el que existen muchos más árboles, de muchas especies, y que todos ellos permiten hallar al que Es, al Uno que nos llama a cada cual según su vida, sus circunstancias, sus creencias y su fe.

“La Santa Envidia” es un libro para pensar si, cada cual, hemos construido una fe a nuestra imagen y semejanza, si cada uno filtra y escoge los fragmentos que más le convienen de sus sagradas escrituras y los usa en beneficio propio o de los suyos, o de los interesas de su Iglesia, culto o doctrina.

Cuando Bárbara Brown habla de proselitismo, diciendo que los cristianos damos por sentado que al tratar con personas de otros credos o religiones pensamos que no tienen un conocimiento propio de Dios, demostramos “ser irrespetuosos con la fe de los demás”. Decir que “el Uno que viene a nosotros de más de una manera es libre de sorprendernos de toda clase de maneras” es decir mucho, es afirmar que el respeto y el amor fraterno deben estar por encima de las diferencias, que cuando Jesús decía “tu fe te ha salvado”, quizá estaba diciéndole a esas personas -samaritanos, romanos…- que sus propias creencias, si se llevan con el corazón, son salvíficas. Toda esta comprensión, afirma, es especialmente importante para los monoteístas convencidos de que somos “la niña de los ojos de Dios”.

Un libro recomendable para comprendernos a través de los ojos del otro, del que ama a Dios de otra manera pero que, en esencia, no es sino de la única forma con la que somos capaces de hacerlo: con corazón, humildad y sencillez.

Fluido y plagado de anécdotas, desde su experiencia como profesora en la universidad de Piedmond, en la asignatura de religiones del mundo, Bárbara Brown, sacerdote episcopal, nos narra el itinerario que tuvo que recorrer desde su concepción religiosa como cristiana protestante hasta la comprensión de otras religiones que, lejos de hacerle dudar de su fe, le ayudó a enraizarse más profundamente en ella.

Un libro para reflexionar en este momento tan crucial que vivimos.

https://espacioronda.com/editorial/barbara-brown-taylor-santa-envidia

Andrés de la Trinidad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *