Hoy es domingo, 20 de julio. Un principio de “calambre” en la pierna derecha me ha despertado. Son las 8:10. Ha debido sonar la alarma puesto que tengo en la mano el móvil. Con mucho cuidado, me levanto sentándome en la cama y me tomo el comprimido de Paracetamol. Y muy despacito, sostenida por mi bastón, me voy al baño. Hoy es domingo 20 de julio, y tengo que vestirme para ir a misa de 10:45.
Mientras hago mis primeras abluciones, entre pausa y pausa, intento jugar una partida de “solitario” en el móvil. Aún no me he quitado las legañas, y lo veo todo un poco nublado. Y como siempre comienzo mi “dialogo”.
¿Te das cuenta que caduca estoy?
“No estás caduca. Son muchos años, pero tú parece que no te das cuenta”
¡Vaya si me doy cuenta! Cada vez me cuesta más tiempo poner este pobre cuerpo en movimiento.
“Pero tú eres algo más que cuerpo”
¡Si ya no soy capaz de hacer una oración!
“¿Y qué piensas que estás haciendo ahora?”
¡Ai, hablar contigo!
“Ya”
¡Sí, pero mírame, mientras estoy haciendo un solitario. ¿Tú piensas que esta en una manera digna de hacer oración?
¿Recuerdas aquello de “entre los pucheros”?
Sí.
¿Y recuerdas lo que quería decir?
Sí. Que estás en todas partes, en todo momento. Que hagamos lo que hagamos Tú estas ahí. Y que mientras estamos ocupados en cualquier faena donde debemos tener la mente y el corazón en Ti
¿Entonces por qué te quejas? No importa lo que estés haciendo, siempre estás hablando conmigo.
Pero echo en falta aquellos tiempos…
¿Acaso estos no son mejores?
Y al llegar a este punto de mi “Dialogo”, me quedé parada. Últimamente me lamento de no poder tener aquellos íntimos coloquios con mi Amado. Sí, es cierto que eran muy gozosos, y yo salía muy reforzada de ellos. Pero nunca como ahora me he sentido tan arropada, tan cuidada, tan protegida como ahora.
Cuando me senté a desayunar, y tomarme la segunda “dosis de cheches”, tenía clara una idea.
Llegados a cierta edad (me refiero a la octogenaria), no es solamente el cuerpo el que se deteriora. Es todo el ser. Hay facultades que permanecen mientras no se deteriore en cerebro, pero sí se modifican, pues tienen que adaptarse al cuerpo que nos contiene. Y es entonces cuando comienza la batalla en la que no podemos vencer. Y es cuando llegan las depresiones.
Estas se pueden combatir de tres formas, una es abandonándote y rindiendo las banderas a lo inevitable, y mano sobre mano, dejar que el tiempo pase esperando que la muerte llegue sin hacer nada por enfrentarte a ese hecho.
La segunda es fingir que nada pasa y que tu ánimo está más firme que nunca, moral y espiritualmente. Sin permitir que los demás vean que ya no somos los mismos que éramos antes. Y repetimos sin cesar todos los tópicos que siempre empleamos en otro tiempo.
La tercera, (la que elijo), es aceptar que tu cuerpo ya no puede seguir a tu espíritu en su marcha, y le dejas ir con toda tranquilidad. Ya no puedes leer como antes leías, dejas los libros sobre la mesa, y buscas otras formas de seguir recreándote en los temas que te gustan. Dejas de hacer tus rezos personales, y buscas con quien rezar, o por mejor decir, que otros reciten las oraciones mientras tú las repites mentalmente. Dejas de hacer oración contemplativa, y te engolfas en el sencillo y tranquilo encuentro con el Dios que te arrulla con su suave susurro. Entre cierras los ojos, y te dejas mecer como suspendida en la placidez de las aguas de un infinito mar, que te lleva y te sostiene a flote.
Y me viene a la mente aquellos versos de Machado:
“…Que todo como un aura se venga para mí.
Que las olas me traigan y las olas me lleven
Y que jamás me obliguen el camino a elegir…”
Solo le pido que Él se ocupe de todo. Me abandonó a su Voluntad, me refiero a la actividad de cada día. Nada planeo, Él sabe como indicar que quiere que haga. Y sobre todo, y por sobre todo, que me dé las fuerzas que precise para hacer todo lo que Él quiera. Que nunca deje de saberme en sus manos, y que reciba todo los “trabajos” de cada día como desagravio por los muchos dolores que los Hombres de causamos.
La verdad, es que visto así, no es tan malo envejecer. Me parece a mí.